Los pasteleros madrileños van a vender durante los días de Semana Santa de cuatro y medio a cinco millones de torrijas artesanas.
El precio oscila alrededor de los dos a tres cincuenta euros la unidad.
Este postre típico de la Cuaresma, elaborado a base de pan empapado en leche y huevo, y luego frito, tiene un origen que se remonta hasta casi 2.000 atrás.
Las Torrijas vienen cocinándose ya desde los tiempos de la Antigua Roma.
El gastrónomo romano del siglo I d.C, M. Gavius Apicius, escribió sobre las torrijas en su libro “De re coquinaria”. Los romanos ya degustaban de este dulce.
En el “Libro de buenos manjares” (”Buch von guter spyse”) del siglo XIV, se menciona las torrijas como Arme Ritter la primera vez por escrito en alemán “snit denne aht snitten arme ritter und backe die in smalze nicht zu trüge.”
Del siglo XV data la mención sobre este dulce, atribuida al poeta y músico Juan de la Encina: “miel y muchos huevos para hazer torrejas”, citado como plato indicado para la recuperación de las mujeres tras el parto.
En el siglo XVII se recogen las primeras recetas de preparación de torrijas, contenidas en el “Libro de Cozina” de Domingo Hernández de Maceras (1607) y en “Arte de cozina, pastelería, vizcochería y conservería “ de Francisco Martínez Motiño (1611).
Un dulce internacional con muchos nombres.
En Alemania las torrijas se llaman Arme Ritter (caballeros pobres) una manera de aprovechar el pan sobrante, de las que está llena la cocina tradicional, y no sólo la española.
Y los ingleses llaman a algo parecido nada menos que “poor knights of Windsor”. Dicen que tanto en Inglaterra como en Alemania en el siglo XIV los caballeros empobrecieron tanto que el pan era su único alimento.
Los franceses llaman a su versión "pain perdu", o sea, pan perdido.
Para los americanos las torrijas se llaman "French Toast".
Los Suizos dicen "Fotzelschnitten".
Los Austriacos y Bávaros "Pofesen" o "Pavesen".